viernes, 28 de septiembre de 2007

Los objetos de imitación

Los objetos de imitación son las acciones de los hombres y estos hombres pueden ser de carácter moral elevado o bajo. Las variedades del carácter moral derivan casi siempre de ésta diferenciación puesto que la línea entre la virtud y el vicio marca las diferencias morales, y ésta imitación resulta a veces mejor o peor de lo que es el hombre en la vida real o bien en algunos casos, semejantes a nosotros según sea el autor. Tal es el caso de Polignoto, quien representaba a sus personajes como seres superiores a nosotros; Pausón, en cambio, los mostraba peores; mientras que los de Dionisio eran tales como nosotros somos. Es claro que cada una de las formas de imitación a las que me he referido son distintas, y ellas se diferenciarán entre sí conforme a las diferencias de los objetos que representan. Estas diferencias podemos encontrarlas aún en la danza y en el arte de tocar la flauta y también en el lenguaje sin acompañamiento musical, ya se trate de la prosa y el verso. Los personajes de Homero, por ejemplo, representan a los hombres mejores de lo que son; los de Cleofón los representan tal cual son; los de Hegemón de Taso, primer autor de parodias, y Nicóxares que escribió la Deilíada, los representan peor de lo que son en verdad. Lo mismo rige para el ditirambo y para el nomos; aquí los personajes pueden representarse en ambos casos con la diferencia expresada en los Cíclopes de Timoteo y Filoxeno. Esta diferencia es asimismo la que permite distinguir a la tragedia de la comedia: esta última pinta a los hombres peores de lo que son; aquella, en cambio, mejores de lo que son en la actualidad.
Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que cualquier otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia. Hay que tener en cuenta que para dirigir el tránsito, hoy suelen utilizarse luces de colores: rojo, pare...; verde, prosiga...; amarillo, atención, que habrá un cambio de luces... Sigue tu camino sin mirar atrás, no busqués la calma, no existe la paz; revelate a la pereza y al destino... El baqueano anuncia también la proximidad del enemigo, esto es, diez leguas, y el rumbo por donde se acerca, por medio del movimiento de los avestruces, de los gamos y guanacos que huyen en cierta dirección. Cuando se aproxima, observa los polvos y por su espesor cuenta la fuerza: "son dos mil hombres" -dice-, "quinientos", "doscientos", y el jefe obra bajo ese dato, que casi siempre es infalible. Si los cóndores y cuervos revolotean en un círculo del cielo, él sabrá decir si hay gente escondida, o es un campamento recién abandonado, o un simple animal muerto. El baqueano conoce la distancia que hay de un lugar a otro; los días y las horas necesarias para llegar a él, y a más, una senda extraviada e ignorada, por donde se puede llegar por sorpresa y en la mitad del tiempo; así es que las partidas de montoneras emprenden sorpresas sobre pueblos que están a cincuenta leguas de distancia, que casi siempre las aciertan.